De Consejería Agrícola en Brasil
10/08/2018
Planificar, mantener, ampliar los mercados tradicionales es fundamental y para eso es necesaria la estrategia, la inversión dentro y fuera, y otras acciones coordinadas a fin de encaminarse hacia los objetivos deseados.
Pero, sin prejuicio de esto, hace algún tiempo se habla de la necesidad de, entre tantas otras cosas, diversificar mercados y productos.
Es común que este discurso reaparezca con frecuencia cuando una economía regional encuentra dificultades para exportar sus productos, sean excedentes o porque en “esa” temporada los precios del producto en cuestión son más atractivos en algún mercado tradicional. Se habla muchas veces de la transformación del Agro-negocio y específicamente de Brasil que en algunas décadas se transformó en productor y/o exportador en rubros donde antes era básicamente un importador, transformando así la dinámica de las importaciones en ese sector “x” y las necesidades de la demanda.
Por esa razón, muchas veces se habla del peligro de “tener todos los huevos en la misma canasta”, de cómo es importante innovar, tanto en los mercados como en lo que se produce. Pero muchas veces se relativiza la cuestión del peligro de la dependencia y de polarizar nuestros mercados-objetivo, entendiendo y atendiendo a que lo tradicional facilita la operación comercial y que ésta fragilidad afecta apenas a productos regionales o con poco poder de fuego. Existen diversos ejemplos en el mundo sobre cómo es necesario innovar, diversificar, mantener lo tradicional, innovar otra vez y tener opciones como forma de protegerse ante las externalidades de un mercado internacional cada vez más volátil y sensible a las distintas piezas y fenómenos que lo componen. Aun sectores grandes, líderes, pueden verse en problemas “si se rompe la canasta” (no estamos diciendo necesariamente que estos tengan competitividad pues es un factor importantísimo en la ecuación pero no determinante en un ambiente tan complejo como el comercio internacional).
Cabe usar como ejemplo el reciente caso del impacto del embargo de Rusia a la carne de cerdo brasileña exponiendo la fragilidad de todo un sector.
Rehén en gran medida de un solo mercado, la industria de la carne de cerdo tuvo un revés del Gobierno de Rusia a comienzos del año y con enormes dificultades operacionales para reducir la faena de animales y ajustar la oferta a la demanda, el sector se encuentra en la zona roja desde febrero. ¿La expectativa? Es que sea todo un año en color rojo.
En 2017 Rusia fue el destino de 40% de las exportaciones porcinas del Brasil y generó la mitad de la facturación. Estos son datos de la Secretaría de Comercio Exterior del Brasil.
Sin la demanda rusa, las exportaciones se desmoronaron, generando una implosión de precios desde el mercado doméstico, al verse el mercado brasileño invadido con sus propios productos porcinos. De esta forma en el mercado de São Paulo se registró merma de 20% del precio pago por cerdo in vivo según datos del Centro de Estudios Avanzados en Economía Agropecuaria (Cepea).
El diario Valor Económico entrevistaba a un alto ejecutivo de una de las mayores agroindustrias de carnes del Brasil y éste comentaba “En el momento en que te volvés dependiente de un mercado, el riesgo es grande”.
Desde enero a julio de este año las exportaciones de cerdo de Brasil cayeron en más de 14,3% comparado al mismo periodo de 2017 según datos de la Asociación Brasileña de Proteína Animal. La exportación de cerdo en Brasil absorbe en promedio 15% de la producción nacional despresurizando el mercado interno.
Esto último no ocurrió y al mismo tiempo la producción se mantuvo (incrementada según USDA). La incapacidad de reducir la oferta se debe en parte a las dificultades propias de una cadena productiva de largo espectro, por otro lado la apuesta del sector productor brasileño a que Rusia reabriera el mercado en el primer semestre, se vio frustrada pues jamás ocurrió. Lo preocupante es que el tiempo transcurrido aumenta la esperanza en buenas noticias desde el Kremlin, puesto que a esta altura revertir la rentabilidad negativa es casi imposible.
Sí porque a pesar de que Brasil es uno de los 5 mayores productores y exportadores de carne de cerdo del mundo, desde 2010 el margen de rentabilidad bruto promedio se mantuvo próximo de cero.
Además, las decisiones de algunos empresarios y productores que en la opinión de especialistas del sector vinieron en contra mano incentivadas por un escenario en teoría positivo, trajeron inversores a instalar y empresarios a ampliar fábricas y producción.
Fenómenos como éste merecen una profunda evaluación y amplia discusión, pero está claro que para muchos la salida es diversificar mercados, porque aun cuando el mercado ruso sea reabierto, como proyecta el Presidente de la Asociación Brasileña de Proteina Animal Ricardo Santín, la tendencia es que en el mediano plazo el volumen que se destine a ese mercado sea cada vez menor. ¿Por qué? “Porque hace años que Rusia trabaja para volverse autosuficiente en carne de cerdo”.
Esa declaración nos permite trazar algunos paralelismos con situaciones que nos son más cotidianas.
Por otro lado, el reciente interés de China, México y Corea del Sur en la carne porcina de Brasil ya comenzó a amortiguar la situación. Santin declaró en un intento de optimismo a Valor Económico “Perdí 40% de mercado pero disminuí apenas 14% del volumen exportado. Eso demuestra que el sector está buscando alternativas” haciendo referencia a que Brasil aumento las exportaciones a China, pretende ampliar el mercado en México y Corea si consigue sortear algunos obstáculos.
Parece claro que saberse con opciones en estos casos aparenta ser algo bastante positivo y por qué no, que los demás sepan que las tenemos no viene nada mal.